L’amore che tace
Se ti odiassi, il mio odio ti darei
con le parole, rotondo e sicuro;
ma ti amo e il mio amore non si affida
a questa lingua umana, così oscura!
Tu lo vorresti mutato in un grido,
e vien così dal fondo che ha disfatto
la sua ardente fiumana, sfinito
prima ancora della gola e del petto.
Io sono come uno stagno ricolmo
e a te sembro una sorgente inerte,
per questo mio silenzio tormentoso
più atroce che l’entrare nella morte!
Donna Primavera
Donna Primavera,
ha una veste tutta grazia,
si veste di limone
e di arancio fiorito.
Come sandali prende
alcune larghe foglie,
prende come orecchini
alcune fucsie rosse.
Uscite ad incontrarla
per queste strade.
Va pazza di soli
e pazza di trilli!
Donna Primavera,
che ha l’alito fecondo,
si ride di tutte
le pene del mondo…
Non crede a chi parli
di vite meschine.
Può forse trovarle
fra i gelsomini?
Può forse incontrarle
vicino alle fonti
a specchi dorati
e canti ardenti?
Nella terra inferma
di brune crepe
accende rosai
con rosse piroette.
Mette le sue trine,
attacca le sue foglie
sulla pietra triste
delle sepolture…
Donna Primavera,
con mani splendide
ci fa spargere rose
lungo la vita;
rose di allegria,
rose di perdono,
rose di affetto
e di esultanza.
Estate
Estate, estate regina,
con abbraccio incandescente,
sii per i mietitori — padroni
di forni — più clemente.
Abbassati e piegati
sopra le loro misere spighe,
già svengono. Tu manda
vento d’amiche ali!
Estate, la terra brucia;
fiamma è il sole lassù in alto:
la melagrana dischiusa è fiamma
e il mietitore è fiamma viva!
Le viti sono affaticate
dal ricco generare
e il fiume in fuga corre
ardente del suo castigo.
Estate, rossa signora,
di tutti i forni infuocati,
non succhiare la frescura
delle frutta e delle fonti…
Donna, getta un fazzoletto
di nubi e nubi tese
sulla vendemmiatrice
che ha volto e mani arse
Paradiso
Lamina d’oro distesa,
e nello spazio dorato
due corpi come gomitoli d’oro.
Un corpo splendente che ascolta
e un corpo splendente che parla
nel prato in cui nulla parla.
Un respiro che va al respiro
e un volto che trema per esso,
in un prato in cui nulla trema.
Ricordarsi del triste tempo
in cui entrambi avevano il Tempo
e per quello vivevano afflitti,
nell’ora del chiodo d’oro
in cui il Tempo restò sulla soglia
come i cani vagabondi.
La rosa
La ricchezza del centro della rosa
è la ricchezza del tuo cuore.
Schiudila come quella:
la sua cintura è tutta la tua pena!
Schiudila in un canto
o in un tremendo amore.
Non difendere la rosa:
ti brucerebbe con lo splendore!
El amor que calla
Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro.
Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!
Doña Primavera
Doña Primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
Doña Primavera,
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo…
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿Cómo va a encontrarlas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
De la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas…
Doña Primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
Rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño
y de exultación.
Verano
Verano, verano rey,
del abrazo incandescente,
sé para los segadores,
¡dueño de hornos!, más clemente.
Abajados y doblados
sobre sus pobres espigas,
ya desfallecen. ¡Tú manda
un viento de alas amigas!
Verano, la tierra abrasa:
llama tu sol allá arriba;
llama tu granada abierta;
y el segador, llama viva.
Las vides están cansadas
del producir abundoso,
y el río corre en huida
de tu castigo ardoroso.
Mayoral rojo, verano,
el de los hornos ardientes,
no te sorbas la frescura
de las frutas y las fuentes…
¡Caporal, echa un pañuelo
de nube y nube tendidas,
sobre la vendimiadora,
de cara y manos ardidas!
Paraíso
Lámina tendida de oro,
y en el dorado aplanamiento,
dos cuerpos como ovillos de oro.
Un cuerpo glorioso que oye
y un cuerpo glorioso que habla
en el prado en que no habla nada.
Un aliento que va al aliento
y una cara que tiembla de él,
en un prado en que nada tiembla.
Acordarse del triste tiempo
en que los dos tenían Tiempo
y de él vivían afligidos,
a la hora de clavo de oro
en que el Tiempo quedó al umbral
como los perros vagabundos…
La rosa
La riqueza del centro de la rosa
es la riqueza de tu corazón.
Desátala como ella:
su ceñidura es toda tu aflicción.
Desátala en un canto
o en un tremendo amor.
No defiendas la rosa:
¡te quemaría con el resplandor!
(Gabriela Mistral, Le opere. Premio Nobel 1945 raduzione a curi di Piero Raimondi. UTET)